Amor vs. Código Familiar: ¡Que comience el juego!
Cuando se trata de
amor, la vida puede convertirse en un campo de batalla entre el corazón y el
código de creencias que aprendimos en casa.
Imagínense un mundo
en el que todos siguieran al pie de la letra las lecciones de amor que les
enseñaron en casa. Sería un lugar lleno de serenatas bajo la ventana, cartas de
amor escritas con pluma y tinta, y citas a ciegas orquestadas por nuestras
abuelas o peor aún, que desde los 15 años ya estás pedida y dada por tus padres
para que en cuanto cumplas 18 años casarte con tu primo el licenciado que ya
tiene 2 tiendas y 500 gallos de pelea.
Uno de los
inconvenientes más frecuentes al seguir las reglas familiares en el amor es que
pueden limitar las elecciones. Si su mamá siempre les dijo que deben casarse
con alguien que tenga un buen trabajo y comparta sus creencias religiosas,
podrían perder la oportunidad de conocer a alguien increíble simplemente porque
no cumple con esos requisitos. ¿Y si resulta que su media naranja es un artista
bohemio o un vendedor de naranjas que les despierta el alma y les enseña a ver la
vida desde una perspectiva completamente diferente?
La lealtad familiar
puede ser un obstáculo cuando se enamoran de alguien que no cumple con las
expectativas de la familia. Imaginen la escena: es domingo por la tarde y todos
están reunidos en casa para la cena familiar. De repente, entran con su nueva
pareja, quien no cumple con ninguna de las "normas" establecidas por
la familia. Pueden ver cómo la tensión crece en la sala y cómo sus seres
queridos empiezan a buscar las armas para la batalla verbal que se avecina.
Y ya saben, el tío
que comienza a hablar que tiene una .45 especial, semi-automática a la que
limpia cada 15 días para aliviar la tensión, la tía que empieza a hablar de sus
viajes al extranjero, viajes a los que toda mujer que lleve el apellido de la
casa está obligada a realizar, pagados por supuesto, por el varón. El suegro
que dice que lo mas sagrado que tiene son sus hijas y que hay de aquel que las
lastime, aunque el viejo sea un ejemplar hegemónico hetero patriarcal quien de
vez en cuando, cada que está enfurecido llama “putitas” a sus hijas por vestir
de falda corta. Y claro, que, si el galán ostenta en el brazo unas manitas
rezando, un ojo egipcio en el otro brazo o la frase de “pumas campeones del
mundo” en la pantorrilla izquierda, no será de mucha ayuda para su inclusión en
el distinguidísimo círculo familiar que ya para la media noche, después de la deliciosa
corteza de cerdo en salsa esmeralda (chicharrón en salsa verde) resulta que todos
en casa de la prometida descienden de los Windsor.
Por otro lado,
seguir estrictamente las reglas familiares puede hacernos sentir atrapados en
el pasado. Si nos aferramos a las costumbres de nuestros padres y abuelos,
podríamos perdernos la oportunidad de experimentar nuevas formas de amar y de relacionarnos
con personas interesantes. Las generaciones cambian y, con ellas, también
cambian las formas en que las personas se enamoran y construyen relaciones. Si
no nos adaptamos, a pesar de los conflictos que implique rescatar a la princesa
del castillo más alto, podemos perder la oportunidad de vivir un amor intenso.
Al fin y al cabo, nuestras vidas son nuestras y somos
nosotros quienes tomamos las decisiones que nos guiarán en el camino del amor y
la felicidad. Pero he ahí el dilema, el amor con los ojos cerrados al malandro
atrevido que las hace sentir en el cielo, o la fría estabilidad de una relación
con un querubín bien portado que vista con chalequito rojo y adolezca de mamitis
severa.
La ruptura de la lealtad familiar en nombre del amor no
tiene por qué ser una tragedia. Al contrario, puede ser una oportunidad para
crecer y aprender más sobre nosotros mismos y sobre lo que realmente buscamos
en una pareja. A veces, los desafíos y conflictos nos enseñan lecciones
valiosas y nos ayudan a descubrir lo que realmente importa en nuestras vidas.
Enfrentarnos a las expectativas de nuestra familia es un
volado. Puede ser una oportunidad para fortalecer nuestras propias convicciones
y abrir un diálogo honesto con la familia o también, orillarnos al
desconocimiento y al destierro.
A medida que el mundo cambia y evoluciona, también lo hacen
nuestras formas de amar y relacionarnos. Romper con las tradiciones y
costumbres familiares en el ámbito amoroso puede ser una forma de abrazar el
cambio y adaptarnos a las nuevas realidades de la vida.
Entonces, ¿por qué no dejar atrás los miedos y atreverse a
amar sin límites ni restricciones? Al seguir nuestro corazón y enfrentar los
desafíos que se nos presenten, no solo estaremos demostrando nuestra valentía y
determinación, sino que también estaremos construyendo una vida más plena y
feliz, días que valdrán la pena y que nos hará sentir mas vivos que nunca.
Para concluir, la lucha entre el amor y la lealtad familiar
puede ser una fuente de risas y aprendizaje o un desmadre de padre y señor
nuestro, pero en lugar de temer a esta batalla, debemos abrazarla y aprender de
ella, pues nos enseña a ser más fuertes y resilientes. Así que, la próxima vez
que se enfrenten a una situación incómoda en la que el amor y las expectativas
familiares choquen, recuerden sonreír y disfrutar del viaje. Después de todo,
el amor es una aventura que vale la pena vivir, sin importar los obstáculos que
se interpongan en nuestro camino. ¡Déjense llevar por el impredecible y
maravilloso mundo del amor! Sean en el futuro unas viejitas felices y no unas viejitas
amargadas lamentando no haber hecho lo que dictó su corazón no dejen ir el amor
mientras sientan arder fuertemente sus llamas interminables.
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